
Ese amor, hoy, me suena como una voz muy grave, casi imposible. Pasó por territorios concéntricos pero se dispersó. Ahora anda atomizado, disuelto, esparcido, por cualquier camino.
Lo veo como a la luz de las velas, lleno de claroscuros. Huele a albahaca, a tierra, a vino tinto. En los dedos es áspero y seco, como la madera sin lustrar. Fue un amor de perro callejero.
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